No tenía espejo para mirarme esa mañana y casi logro hacerlo en la gota para ver mis cabellos al viento que me había dejado el “matacabras” que  soplaba sibilino, y cansino.

 Una tarde subimos al cerro del mundo de nuestra comarca: La sierra del Negrete. Junto a las antenas de televisión, de radio, de telefonía. Esperamos que las chicharras dejasen de cantar. Que no saltasen. Miramos hacia el oeste, hacia Camporrobles, hacia Cuenca y allí justamente por su peso quizá, el Astro Rey, bajaba raudo y ligero hacia la linea del escenario. A su lado los molinos eran los actores de reparto que llenaban la escena.

Esta es una foto de mi hija pequeña que no me resisto a colocar aquí. Recién adquirida su cámara salió al jardín tras de una mariposa. La “etérea” iba y venía, frenaba, quebraba el vuelo, se desplazaba y se agitaba, debió mi hija de haber atendido un consejo que le di: La foto buena es la que además de las condiciones técnicas, lleva una buena dosis de paciencia. La tuvo ella, porque cuando quizá cansada la alada peluda se posó sobre la aterciopelada hoja de un níspero, disparó y luego aún decía mi hija, “fíjate en el ojo, me estaba mirando”.
En el III Certamen Fotográfico Ciudad de Utiel 2010, tuve dificultades para elegir las 3 fotografías que debía presentar a cada uno de los temas, siempre pasa igual. Se hacen 300?? 260?? cuántas… Luego presentas 3. Luego la dificultad no está en hacerlas, está en elegirlas. La siguiente me quedé con las ganas de presentarla en el tema correspondiente: El cielo visto desde el suelo de Utiel, a través de alguno de sus objetos,  calles, casas, monumentos etc. presenté otra.  Aquí la dejo… al menos
Se le metió a mi hija pequeña en la sangre, el gusto por la imagen y la fotografía que ya teníamos un servidor y mi otra hija mayor. Hacemos salidas fotográficas de fin de semana. Cogemos un sábado entero y vaciamos las baterías de las cámaras entre el viñedo generalmente, que es la “selva” que nos rodea, la que nos ha visto nacer y posiblemente nos verá marcharnos cuando toque.
Estaba flotante la hoja y no sabía como entrarle hasta que pude dejarla en suspenso en el éter.
Una mañana de Abril. Llovía como sólo el invierno de 2009 y la primavera de 2010 están dispuestos a demostrar que puede hacerse. El agua goteaba, se resbalaba, se balanceaba por el frió metal de los alambres, jugando a llegar al tobogán del zarcillo, para vertiginosamente envolverse en su retorcido cuerpo y luego saltar, saltar a la roja tierra y mojar sus entrañas. Allí estaba yo delante con la cámara viendo como la naturaleza seguía su curso.

Una de las mayores riquezas de nuestra tierra es el ambiente. El ambiente natural que nos rodea que está formado por el oxígeno del aire, las plantas, los suelos, el azul del cielo, las personas, los animales, y las agrupaciones de viviendas de las poblaciones de nuestro entorno.
Esto así, desordenado, arrojado sobre el papel o sobre una mesa, puede no despertar mayor interés, pero… está situado todo estratégicamente de forma natural, y se mueve, o mejor se deslizan todos ellos, incluso otras veces permanecen estáticos ocupando espacios, barriendo senderos, hendiendo con con su navegación los barrancos, ascendiendo a las montañas, solazándose en la llanura, y… mucho más.
Nos gustaría plasmarlo aquí pixel, sobre piexel.
Que santa Lucía les conserve la vista. No querrán dejar de mirar.

Un domingo alegre de Enero, pues hemos tenido un “inviernito” de los de mediado el pasado viejo XX,
nos hemos ido a mirar una puesta de sol de las que nos gustan, y hemos elegido un filtro natural para que la fuerte luminosidad no nos dañase la retina. Los árboles de la derecha parecen barruntar la Primavera, se estiran, desperezan y separan como si el próximo calor ya lo sintiesen en sus leñosos, esqueléticos y magros tallos.

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