Dónde las borrascas más fieras del Atlántico dejan hendidos sus vientres en la proa rocosa de una estática y vieja nave llamada Galicia, a la que riegan sin cesar con el líquido que mana de sus heridas; Dónde los esqueletos pelados de los árboles se viste de verde liquen, largo y elegante; dónde las brujas se disipan, se diluyen con conjuros licorosos; dónde la viticultura se hace arquitectura y decora los cañones del Sil, allí, allí es justamente donde se ha ido la Conferencia Española de Consejos Reguladores Vitivinícolas- CECRV a celebrar su Asamblea de primavera. Cuando hay mayor crisis de mercado, de consumo, de valores, de cambio reglamentario, de usos, de costumbres, entonces quizá hay que volver sobre nuestros pasos para comprobar que miles de años después de creado el viñedo en los cañones del Sil, sigue poseyendo un valor general que nos hace tomar fuerzas para enfrentar nuestro más inmediato futuro. La viticultura puede ser geométrica, lineal, poligonal, esférica, pentagonal, cuadrangular, rectangular; puede ser aritmética, matemática, geográfica, musical, festiva… pero arquitectónica ?? Arquitectónica y monumental solo hay una: la de Ribeira Sacra. Una viticultura, espacial, modelada, equilibrada, estética, bella, cautivadora, humilde, grandiosa, arrebatadora. Rica, retadora, coqueta y atrevida, seria, conmovedora y llamativa, ampliamente llamativa, acogedora y emocional. No es de extrañar que se refugie, que se esconda en las laderas del Sil y a la vez que se exponga a las miradas de los viajeros que surcan, que remontan sus aguas adentrándose en el corazón de la Ribeira Sacra, que buscan el calor de sus gentes, el aroma de sus vinos, la sencillez y riqueza de sus alimentos. Entre ese marco entre ancestral y siempre guía de los clásico y de permanente actualidad, los vinos de calidad de éste país vuelven a decir al mercado: qué grandeza, qué riqueza sin igual tienen los vinos de España. Lugar natural de contrastes, de alturas, de honduras, de pequeños climas, de soles, de lluvias, de gentes y cepas variadas y aclimatadas. No hay igual en el planeta. El sistema se renueva a sí mismo. La grandeza está como casi siempre en la sencillez, en lo genuino, en el modo y la manera de hacer, sin malbaratar lo que la Naturaleza ofrece. Sólo conduciendo sus pasos, matrimonio y equilibrio entre el ser humano y la naturaleza. Gracias José Manuel por todo. Con sus clamorosos silencios, construye grandes discursos. Enhorabuena Ana y Paulino, fetén.