A finales de los 50 tenía yo unos 8 años. 

En casa de mis padres había un automóvil negro de marca Talbot, con estribos exteriores, faros como coliflores al principio de la  larga punta del morro y asientos abatibles justo entre el asiento trasero y el delantero  que era uno corrido de puerta a puerta. 

Hacía las veces de taxi y con él mi padre transportaba gentes de aquí para allá, máximo hasta Valencia, Cuenca. 

También para poder desarrollar su trabajo disponían de un camión, o mejor quizá, camioneta de la marca americana Chevrolet, seguro que de algún resto de la contienda de los años 30. Este vehículo era el que transportaba la mercancía de la que se estaban aprovisionando parte del año para destilar los residuos de alcohol que contenía, además de transportar las limpiezas de bitartrato potásico que realizaban en multitud de bodegas. 

Pero cuando llegaba el mes de septiembre la cosa daba un giro inesperado. 

Siempre y todos los años de aquella gris niñez que a veces se veía iluminada por alguna fugaz ojeada de sol, los vehículos y mi vida  que se situaban en la vecina población de Caudete de las Fuentes, lugar al que algunos han llamado “una calle de Utiel”, con poca o mucha fortuna, tomaban un camino distinto e ilusionante.

Septiembre era una fiesta cada año que trascendía nuestras vidas y las fronteras comarcales. Era la Feria de Utiel. Y la feria de Utiel era el lugar de ruidos, colores, y gentío más impresionante que imaginarse pueda entonces, pues el resto del año  todo era de un gris plomizo. Puede que lo de calle de Utiel tuviese un punto de realidad si contamos que a Caudete lo sajaba por medio la carretera Madrid Valencia que discurriendo entre las Vegas del magro llega 7 kms. después a Utiel y también lo atravesaba por la calle Camino serpenteando por San Ildefonso hasta abandonarlo por la gasolinera de los Pons. 

Bueno pues, desde el 6 al 15 de septiembre había que  bajar a la Feria de Utiel. Era un rito ineludible a pesar de contar en cada uno de nuestros pueblos con las fiestas locales propias. 

Había poca gente que no cumpliese la norma no escrita de acudir a la feria de Utiel. 

¿Cómo se podía estar todo un largo año, que ya eran duros de narices, sumándole otro sin visitar la feria, ir a la corrida de toros, la charlotada o simplemente pasear por el ferial? Amén de otras actividades… 

Y bajar a la feria no era sencillo, salvo que bajases andando, algo no muy lejos de la realidad de entonces, en la que la gente andaba hasta en sueños. O incluso en carro o bicicleta, quien la tuviese. Pero la visita a la feria era primordialmente de tarde-noche y luego había que volver al pueblo y andando de regreso resultaba complicado pues las noches de entonces eran muy, muy oscuras. Más de lo que hoy algunos puedan imaginar. 

Pues en esa tesitura mi padre se veía en la obligación de atender lo que muchos caudeteños le demandaban por la calle esos días: ¿Pepín, vas a bajar a la feria a llevar gente?? Y mi padre con su bonhomía terminaba haciendo lo que nunca quería hacer, dejar el automóvil en casa y bajar con el camión o camioneta llevando gente en la caja trasera de madera, algo terminantemente prohibido. Sobre todo teniendo en cuenta  que paraba en las paredes de los huertos de Forn, para dejar su carga al lado del derruido hoy, taller de vehículos de Hueso, y precisamente el cuartel de la Guardia Civil estaba enfrente. 

El miedo de los conductores a la guardia civil aquellos años era cerval. Como mucho iban en bicicleta raramente. Pero casi siempre andando y en pareja. 

Una estampa que sólo recordamos como un logotipo las gentes de aquellos años que por algún motivo viajábamos por carretera. algo que era realmente raro, viajar. 

Medio pueblo de Caudete bajaba a la feria en la Chevrolet, a la tan querida feria de Utiel para alegrar sus vidas, avivar el ritmo de sus corazones y poner una pieza de color en el oscuro puzzle del año correspondiente  de sus vidas entonces.

Nunca una feria de Utiel fue menos añorada que la de 2020 en la que un triste y canalla bicho que no se ve, y no se sabe de dónde ha salido, ha interrumpido, ha roto una preciosa cadena de eslabones de ilusión anual de nuestras gentes.

A la tan querida Feria de Utiel.

Fdo.- José Alfonso Sierra Salinas