Se ha leído estos días que para qué en el territorio de los cítricos pudiese llegar la “paz”: -no sabemos si la pax Romana, la paz social, la paz de conciencia o la prima Paz, que a veces llega, y ésta última además cuando menos te lo esperas-, las administraciones autonómicas hablaban, debatían, auguraban, sugerían… junto al sector, un contrato de mínimos. En Valencia cuando una hoja de naranjo se balancea torpemente en su peciolo sin haber viento, sin peso de insecto que en ella se pose, sin roce de hombre que huerto transite, ni nada anormal ni digno de señalar y, se le ocurre a la pobre despegarse de tan fino sustento, arrojándose al vacio desde la copa de tan aristocrático árbol… ¡todas las fuerzas humanas y algunas divinas!, se ponen en alarma roja que no naranja y, se despliegan una serie de fuerzas centrífugas y centrípetas que en pocos días deben llegar a conclusiones científicas del no anunciado ni consentido viaje de la pobre hoja al suelo, aunque dichas fuerzas muevan esos días, voluntades, herramientas, tecnologías de última generación, dineros, investigaciones… lo que sea. “Hojas de naranjo en caída libre ponen en guardia al sector” pudiera ser el titular de los diarios del día siguiente. De ahí que tras el asalto a la Bastilla agrícolamente hablando, en la que aristocráticos cultivos, frutos y vida alrededor han tenido que pasar de los mármoles de los palacios a las tablas del Brumario hace ya unos cuantos años, estaba resultando últimamente desesperante que no se utilizasen muuuuchos más medios de todo tipo para atajar un “mal” cítrico que aqueja a dichos frutos desde hace unos años ya. A nadie de forma humilde se le ha ocurrido analizar o al menos expresar publica y fehacientemente que a la plantación masiva de cítricos en otras regiones españolas y los de otras de la otra parte del Mediterráneo, han sobrevenido como consecuencia, superproducciones fuera de control, que sumadas, a lo que ocurre en la otra punta de la cadena en la que se ha producido un radical cambio de usos y costumbres de los usuarios y consumidores de naranjas, ha llevado al mercado a una situación insostenible. Fruto, lo que se dice fruto como el clásico conocido, lo comen pocas bocas ya. De ahí que la situación todo el mundo lo sabe, es casi irreversible, salvo, que se hiciesen cambios estructurales enormes, –difíciles- y unidos además a una gran potenciación de cambios de consumo, -que en éste caso puede que como vulgarmente se dice, valga más el “collar que el perro”-. A ésta serie de movimientos tan difíciles de que se produzcan… parece concluirse que es de Isaac Asimov el futuro que al campo “aristócrata” le aguarda. En el otro lado del tablero se encuentran los del Vendimiario, que eran casi desconocidos hace unos años y han llegado a mostrar su Faz estos últimos años. Pero el arranque del siglo XXI ha traído continuado vendaval para todos: Usos y costumbres distintos, vida sana y alejada de productos que tengan alcohol. Normas de titanio en ciertas cosas y de una laxitud que llegan a parecerse a los relojes de Dalí en otras, han llevado a la sociedad a ser una imagen de nada, a una desestructuración sin igual, a perder la solidaridad casi a la salida de la escuela primaria, a un autoaislamiento social sin paragón en la Historia de la Humanidad, -ni siquiera en los siglos de la Peste-, y es mucho más grave si le sumamos que, la permanente comunicación que permiten las telecomunicaciones es de los negocios más fructífero que ha conocido el planeta, pero nos aísla magníficamente bien. Pues en escenario tan idílico: ¿qué va a resultar de los pobres productos agrarios y de los campesinos que los cultivan? ¿quién se va a acordar de gentes que ya en territorios del centro de la piel de Toro su densidad de población es de un habitante por kilómetro cuadrado?? ¡Si ni se podrán poner urnas para votar estando la gente a esa distancia! ¿A quién le va a preocupar esa delgadez demográfica??, o ¡¡anorexia demográfica mejor!! Desde luego que a nadie de los que nos gobiernan hoy. Lo mismo hasta declaran que creamos estilo. De ahí que estemos pidiendo desde el campo contratos de mínimos, contratos de garantías, seguros de rentas. Pero… subvenciones han estado repartiendo mientras había dinero fácil. Era una sencilla maniobra dilatoria o de distracción, pero… ¿y ahora que hasta los dineros se han puesto caros, difíciles, escasos y más necesarios en otros puntos más candentes y estratégicamente más vulnerables??? ¡¡Ni subvenciones le van a quedar al campo!! que era el último abono que la urbe utilizaba para mantener al agro con unas cuantas flores, por si les ocurría salir el domingo. He leído el día 10 de septiembre que la Unió de Uniones le pide a la Administración Valenciana el mismo esfuerzo para el Vino en el tema de contratos, que para los cítricos ha realizado. (Comunidad Valenciana) ECONOMIA,SECTORES-EMPRESAS,AGROALIMENTACION-PESCA
La Unió pide a la Generalitat acuerdo de precios mínimos de vino como Valdepeñas Valencia, 10 sep (EFE).- La Unió ha solicitado hoy a la Conselleria de Agricultura que siente "de una vez por todas" a los diferentes estamentos del sector vitivinícola valenciano con objeto de lograr un acuerdo de precios mínimos como el alcanzado el pasado fin de semana en la D.O. castellano-manchega de Valdepeñas.
Esperemos la respuesta. Pero mientras tanto vendimiemos, no sea que la polilla y la botritys den al traste con las buenas intenciones de la Administración.